lunes, 27 de julio de 2009

¿Cómo hay que vivir?


Sólo son los restos del sábado por la noche...


viernes, 17 de julio de 2009

SILOGISMOS casi PERFECTOS

PALOMA, 5 años:

Premisa A: Yo soy la más pequeña. Soy la número ocho.

Premisa B: El perro es más pequeño que yo.

Conclusión: El perro se llama Nueve.


PILAR, 11 años:

Premisa A: Te encanta hacer deporte.

Premisa B: Te pasas el día fastidiándome.

Conclusión: Hacerme la vida imposible es tu deporte favorito.


ISABEL, los años de una madre:

Premisa A: Aquí nadie se queda, os venís conmigo.

Conclusión (no hace falta Premisa B): Y punto.

lunes, 13 de julio de 2009

Verano...

... pero seguimos escribiendo. O al menos, lo intentaré. Ya sé que sólo la intención no basta, pero ya es algo.

sábado, 27 de junio de 2009

LA ASESINA DE BISBAL

Después de un eterno mes de exámenes, retomo las publicaciones en este blog... ¡No, no ha muerto! Lo que hoy os dejo es un cuento kantiano. Podéis pensar que soy una friki. Lo siento, no está escrito por mí. Yo sólo lo publico. Barry's copyright! En realidad es divertido. Sobre todo si es una historia improvisada en un par de minutos, en La Pecera, un lunes a las siete de la tarde, después de cinco días estudiando sólo Kant.




Érase una vez una KÁNTabra que iba con su KÁNTaro en la cabeza, por el camino de la KANTera, hacia la fuente. A la vuelta, le salión al paso un KANTante (David Bisbal), que le dijo: "Por favor, ¿puedes llenar mi KANTimplora de agua? Es que me he comido un taco muy piKANTe y me muero de sed. Tengo la lengua como papel seKANTe".

La buena mujer aldeana, aunque prefería a la KANTautora Rosana, accedió. Pero la mala fortuna hizo que se tropezara con un KANTo rodado, y al perder el equilibrio, empujó a Bisbal. Éste retrocedió, y acabó cayendo por un aKANTilado.

"¡MeKANTchis!" dijo la buena mujer, "un triunfito menos en el mundo". Y él gritó desde abajo, más muerto que vivo: "¡Con gente como usted, no necesito ataKANTes!".

Y murió.

Colorín, colorado, este KANTiano cuento se ha acabado.

jueves, 4 de junio de 2009

Cosas raras...



Una taza puesta del revés. Los pies hundidos en el barro. Las esquinas de los libros desgastadas por no ponerles forro. Los cuadros sin colgar. Un pendiente desparejado. Los agujeros en las medias. El moho que sale en el queso. Una flor rota. El boli Bic que está a punto de gastarse y rasca el papel al escribir. Una bombilla que parpadea.


Hay una lista de cosas que me producen una extraña sensación. Una mezcla de inquietud, misterio, incertidumbre y angustia. ¿O será aprehensión? No lo sé, la verdad es que no consigo definir la sensación. Puede que algún día encuentre el término que les corresponde.

Mientras tanto son, simplemente, raras. Y pienso que todo el mundo tiene las suyas. O a lo mejor no.

sábado, 16 de mayo de 2009

Muruxás: donde no hay crisis


Dicen por ahí que no saldremos de esta crisis hasta el año dos mil once, más o menos. Hubo un tiempo en el que lo que compensaba era invertir en acciones de Endesa. Luego llegó la opa y esas cosas, y vi de forma meridiana que lo que tenía que hacer era meterme de lleno en el mundo de la construcción y la vivienda. Pero la crisis económica está aquí, y dicen que es por culpa de los préstamos que, al fin y al cabo, acaban remitiendo al sector de la construcción. Claro. No saben a quién echarle la culpa, y recurren a nosotros. Es lo más fácil. Dejamos de construir, los precios caen por los suelos, todos tenemos un techo y somos felices. Punto final. Pues vaya mierda.

¿Sabes qué? Que me voy a vivir al campo. A la aldea, como Celia, la abuela de Iris. Tiene una casa preciosa, de piedra, que heredó de sus padres cuando se casó con Pepe, allá por los años cuarenta. Le da igual la Bolsa, las acciones, las participaciones, la especulación bursátil y todo eso. Ella vive feliz. Es viuda desde hace bastantes años, y sus nietos van a visitarla todos los fines de semana.

En Muruxás hay cuatro casas. No es una frase hecha; de verdad son cuatro casas. Una de ellas es la de la abuela de
Iris. Celia se levanta pronto y se pone a trabajar. Ella está sola, es una sola persona para mantener una casa muy grande en una aldea perdida por el centro de Lugo, en donde hace mucho frío desde Septiembre hasta bien entrado Junio. Tiene una eira inmensa detrás de la casa en la que se puede practicar tiro con arco. También hay un cerezo en el campo de delante, y un huerto con las lechugas más grandes y más verdes de toda la zona. Además hay también un corral lleno de gallinas y otro con pollos.

Celia es feliz pensando que sus hijas, cada fin de semana, vuelven a la ciudad, después de pasar dos días con ella, y se llevan cosas de las que la abuela trabaja. Como dice ella, con acento cerrado
y ese gallego que ningún político desesperado ha conseguido normativizar, “esta tortilla está máis rica porque está feita con huevos de pita conocida”. Y es una tortilla enorme, amarilla, de verdad. Y la ensalada sabe a ensalada. El caldo gallego de Celia es una explosión de color; diez tipos de verde flotando entre el blanco y el rojo. Para que luego digan que la cocina tradicional no es un arte. Y si no, que se lo pregunten a Rafa, que en su vida ha probado una empanada con más sabor que la empanada de liscos.

Los días de Celia terminan cuando se va el sol. A veces aparecen sus vecinos, los de Culasa. Ellos sí tienen muchos animales, sobre todo, porque hay gente suficiente para cuidarlos. Y cuando los de Culasa se van, Celia se pone la tele (en la aldea sólo se ven la 1, la Gallega y Antena 3), llama a sus hijas y habla con sus nietos.

Hace más de un año y medio que no sé nada de Celia. Pero supongo que seguirá como siempre. La última vez que fui a Muruxás, llevaba sin ir más de cinco años, y lo encontré todo igual.

Por eso hay días en los que me quiero ir con Celia. Porque a veces, en el fondo, sé que me da envidia. Y mucha.

sábado, 9 de mayo de 2009

¿Y si nadie...?



Cuando hablas con alguien y le dices que estudias Filosofía (sustitúyase, si se desea, por "Filología", "Humanidades", "Historia" o cualquier carrera de letras), la reacción general es la siguiente: cara de asombro + sonrisita a interpretar por el interrogado + ... "¿PARA QUÉ ESTUDIAS ESO?".



Lo que compensa, en esos casos, es darle la vuelta a la pregunta y lanzársela de nuevo: ¿Y qué pasaría si nadie estudiase Filosofía (o cualquiera de las carreras antes mencionadas)?








Tomado (no textualmente) de D. J. Aurell.



Hace pocas semanas, después de una tarde de granizo y carreras, tuve la oportunidad de asistir a la clausura de unas jornadas dirigidas a jóvenes [proyectos de] escritores. El discurso final fue pronunciado por el profesor Aurell, decano de la Facultad de Filosofía y Letras de la Univesidad de Navarra. Dijo muchas cosas esa tarde, pero sólo he querido destacar esta. Espero que, por lo menos, haga pensar.



La cuestión no es para qué. Cada uno elige.



Menos mal.